The hidden little Lady

Sunday, December 26, 2004

El mar y yo

Perdida en el romper de las olas, la inmensidad del océano me atrapa entre sus garras y sentada en la arena contigua me dejo envolver en el rulo salado que la corriente forma frente a mi.
Mis pies desnudos se hunden en el suelo húmedo hasta alcanzar la suavidad profunda que la lluvia no logró corromper.
Sumergida en el horizonte de mis pensamientos me dejo llevar por la histeria salada, capricho del mar delirante que se lleva en un instante el agua que acaba de entregar.
Es entonces cuando logro comprender la inconmensurabilidad del monstruo frente a mí. A lo lejos, la paz deslumbrante inunda el fleje horizontal que marca el infinito e invisible final. A mis pies, la furia descontrolada de la espuma que sala la orilla. La humedad destemplada del suelo que esconde en su propia profundidad la suavidad permanente de la arena seca. Más allá, lo que podría delimitarse como el centro, revela la explicación de sus polos opuestos: calmo, pero agresivo, entrega la furia que llegará a la orilla y devuelve la tranquilidad al interminable horizonte, llevándose los resquicios del romper de las olas.
Yo, calma pero iracunda a la vez – si es que esto es posible -, hoy, sentada frente al mar, me siento un poco como el.


Wednesday, December 22, 2004

Mentiras y verdades

Mentiras las que invento. Mentiras las palabras que salen de mi boca. Mentiras tan mentirosas que ya ni tú las crees. Mentiras que ni yo puedo creer. Mentiras agarradas por los pelos. Mentiras las que miento. Miento mirándote a los ojos. Miento y digo “no te quiero”. Miento y digo que me voy, pero luego regreso. Arrepentida de mentir, vuelvo a ofrecerte mi vida. Miento no esperarte. Miento. Te miento. Me miento. Mentiras desmentidas hasta por mi misma. Pero mentiras al fin. Mentiras de amor y desamor. Mentiras verdaderas. Verdades mentirosas. Verdades que me callo. Verdades increíbles. Verdades escondidas en las esquinas más visibles. Verdades retrasadas. Verdades de antaño. Verdades actuales. Verdades dichas. Verdades angustiantes. Verdades que quisiera no mentirte. La verdad más verdadera, es la que sale entre mentiras.



Monday, December 20, 2004

Preparando el Café

Sostenía la taza con la mano izquierda. Con la cuchara en la derecha, batía sistemáticamente la mezcla de instantáneo Nescafé y azucar, con el objetivo de llevarla al tono dulce de leche indispensable para lograr un café espumante. Entre los dedos índice y mayor de la mano que se aferraba al recipiente contenedor, el cigarrillo encendido.
Solté la cuchara y tomé el cigarro, aspiré y estiré mi brazo para alcanzar el cenicero de pié ubicado frente a mi. Golpeé suave y sistemáticamente la colilla para depositar la ceniza y evitar que caiga fuera del receptor de madera.
Inconscientemente, mi mano izquierda produjo una leve inclinación en la taza que sostenía, provocando un pequeño desliz en el instrumento curvo con el que había mezclado el café. El mango de la cuchara hizo contrapeso, haciéndola girar en el aire, lentamente, hasta dar de punta contra el suelo de cemento. La pasta, que aún no había llegado al punto justo, había quedado adherida a la sección curva del instrumento mezclador. En el exacto momento del impacto contra el piso, los restos de la dicha sustancia se desparramaron provocando un inmenso desastre neosocial. No voy a decir que se revelaron los ecologistas. Pero lo notaron mis compañeros de trabajo, incitándome con la mirada a reparar el daño causado.
Con mas enojo que ganas, tomé el trapo amarillo del fregadero.



Friday, December 10, 2004

Frente a la ventana

Cuando dejan de transitar los autos, se acaba el sonido de la goma rozando el asfalto, el destello de las luces no brilla más y la avenida parece volverse oscura y desértica, vuelven a mi las caminatas bajo la lluvia y los atardeceres en la playa. Todo parece volverse nítido por un instante. Me recuerdo a mi misma sentada junto a esta misma ventana – desde donde miro el mundo y escribo – varios años atrás, plasmando en papel sensaciones sobre el correr del agua cuando la calle no puede absorber más el llorar del cielo o expectante en la misma nebulosa que hoy me atrapa manteniéndome horas con la vista fija en los focos de los coches que se escapan de mi campo visual. Reestructuraciones insólitas asaltan mis ideas – ninguna implementable, pero todas dignas de atención – denotando la magnitud del cambio no previsto. Pasó el tiempo.
Me acurruco en el sillón que alberga mis tardes de concentración frente al vidrio intrigante hasta ver mi propio reflejo. No soy la de ayer, la que arrasaba con el sembradío de emociones que sentía, la que no perdía la oportunidad de una discusión insólita, pero tampoco soy tan distinta, conservo la pasión, la desdicha del pensamiento racional no me abandonó aún, tendrías que verme. Simplemente soy la niña de los ojos brillantes de felicidad y de amor. La mujer que te entregó su alma, además de su cuerpo. La mujer a la que amaste con locura. La que te amó con locura. Sabes quien soy. Me ves, te veo.



Tuesday, December 07, 2004

Crónica de una ruptura

En cuanto sus ojos cambiaron el brillo, demostró su tenaz entendimiento. La miró profundamente, como si fuera la primera vez. Desconociéndola por completo descargó su favoritismo por las discusiones inauditas y buscó el dolor hasta donde no existía. Fijaba sus pupilas en ella comprendiendo poco a poco qué tan lejos estaba y resistiendo la brutalidad del puñal que le clavaba. Transitó la conversación infiriendo mentiras inconmensurables con la cruel realidad. Intentaba justificar su dolor con griteríos de niño incrédulo, protocolos de adolescente destrozado y argumentos de adulto despechado, pero aún así, no podía aceptar el derrumbe al que se enfrentaba. Llegado el momento, pudo calmar sus ansias y escuchar explicaciones incoherentes.
Para ese entonces su mirada estaba perdida en los recuerdos de atardeceres junto al mar. La recordaba serena mientras lo besaba, iracunda mientras discutían, pero no podía recordarla de esta forma. No había en su memoria registro de esa mirada perdida a la que hoy se enfrentaba. Seguía observándola con recelo, intentando encontrarla entre los restos de ella misma. Herido, se levantó frente a ella. La atacó con los ojos, con el fin de transmitirle todo su despecho. Se quitó el anillo y lo arrojó con fuerza contra el piso de madera. Deshecho, caminó hasta la puerta, aún con la esperanza de sentirla caminar apurada hasta abrazarlo por la espalda, arrepentida.



Wednesday, December 01, 2004

Partidas

Aullidos, portazos y estallidos inundaron el tenso ambiente. Tomo un bolso y lo lleno de ropa. Salida no planificada. Guardo todo lo que puedo hacer entrar, quizás solo lo que tiene más valor para mi. Busco mis llaves y no puedo encontrarlas. Revuelvo todo, deberían estar en algún lado. Abro un cajón y doy con el llavero. Las guardo en el bolsillo. Copio un par de números en un papel. Voy a abrir sigilosamente la puerta, nadie debe enterarse de mi partida, por lo menos hasta que esté suficientemente lejos. Pongo mi mano sobre el picaporte y cometo el error de mirar hacia atrás. Me siento contra la puerta sin la capacidad de hacer frente a mi propio ser.
Me ahogo en el esfuerzo. Cierro mis ojos y siento el ardor de una salada lágrima rodar por mi mejilla. Sufro su descender, pues en su intento por abandonar el brillo de mis ojos, resquebraja mi piel con su acidez hasta el punzante dolor en mis labios. Despego mis parpados y les permito la huida, las libero de la opresión que les impuse para dejarlas caer lentamente hacia el vacío del mundo. Arqueo mis cejas, me indigno de mi misma.
Sosteniéndome con las paredes, me incorporo y camino hacia mi habitación. Volvió a vencerme el miedo. Pero llegué hasta la puerta. Va a llegar el día en que la abra y me vaya. Cuando se den cuenta, va a ser tarde.