The hidden little Lady

Monday, August 13, 2007

Sonrío indiscriminadamente. Como si fuera menester desarrollar el nivel de tristeza que el mundo espera de mí y disiparla a sus tiempos y coherencias. Como si el dolor no importara me dejo llevar y sonrío hacia fuera. Dejo para mí el desarmarse de mis huesos que ataca como una gripe inminente, el rio lacrimal que retengo en los ojos más de una vez al día y las inconscientes reacciones en cadena que devienen en un desarme nuclear casi intolerable. Ahí, justo cuando la tolerancia tiende a cero y mi cuerpo está a un instante de explotar, es cuando corro. Acelero el paso, me alejo de la realidad, prendo un cigarrillo y lloro.
Me siento en el suelo con los ojos empapados y lo veo mirándome sin estar. Frunciendo los labios en señal de desaprobación. Entonces y aunque parezca imposible, se acerca a mi, me abraza y me jura que voy a estar bien. Sonríe y me amenaza si no lo estoy.
Respiro profundo, junto fuerzas y vuelvo a sonreír. Indiscriminadamente, para que cualquiera me mire. Para que miren y no vean, para que no se pueda percibir el descarado vacío que se apropió de mí.