The hidden little Lady

Monday, September 24, 2007

Decidió voluntariamente dejar de respirar. La primera vez aguantó 30 segundos. Se sentía mareado y le dolía la cabeza, pero aun así no estaba satisfecho. Volvió a intentarlo. 50 segundos esta vez, y a los síntomas se sumó la satisfacción del progreso. Tomó aire nuevamente y no lo expulsó. Pasó el primer minuto y sus labios comenzaron a perder color, los mareos y el dolor de cabeza se incrementaron y la satisfacción creció proporcional al tiempo que transcurría. El reloj contó minuto y medio cuando perdió el conocimiento. Podía verse desde afuera de si mismo comprendiendo instantaneamente el resultado de sus acciones


Tuesday, September 18, 2007

Dirás lo que tengas que decir, con el absoluto fin de lograr un motivo, que pierde la importancia por si mismo, que no es un fin en sí, sino uno intermedio. No por eso es un fin deseado y, aunque correcto, resulta impertinente concientizando la generalidad de los hechos. Pocas veces existe ese poco que resulta algo, esa nada inocua que revela lo inexistente y lo justifica.

Y para comprobar lo injustificable es que se necesita ese motivo, que no es un fin en si mismo, que reemplaza la política y demuestra la destreza de vender realidades inexistentes con el único fin de refutar lo irrefutable. Que de los errores se aprende. A cometer más errores se aprende. Aunque errores nuevos siempre, porque un tropezón no es caída y a veces hace falta ser uno el malo de la película.

O ser el bueno. Que si de lealtad se trata, cometer un error es humano, confesarlo es honesto y resarcirlo es humilde. Si tal vez diste palabras de más, mas palabras desmentirán tus verdades. Que mentir no es honorable, pero es bueno. Porque la verdad de las verdades es que duelen. Que no todo se puede tener, aunque se tenga todo. Que rechazarlo es leal, que ser leal es honorable, aunque ser leal te haga mentir.