The hidden little Lady

Wednesday, September 28, 2005

Atrevete a mirarla

Sentada, con la mirada perdida en el pasar de los autos, se chocaba con el mundo, demasiado vulgar para enfrentársele, demasiado ínfimo para regalar un vaivén de sus caderas.
Su cabello lacio y negro caía suavemente dibujando sus hombros y enmarcando la perfección de sus pómulos rosados, que sostenían firmes la desfachatez de unos ojos azules que desafiaban cada mirada con la osadía de cruzarse en su campo.
Así y todo, tenía la delicadeza y cortesía de devolver a cada penetrante pareja de ojos que intentaban desnudarla, una sonrisa fugaz de sus labios carnosos, que se elevaban de lado, casi diciendo en puro silencio “mírame, pero jamás me vas a tocar”.


Sunday, September 25, 2005

Sin escape

Lo perseguía su propia sombra. Se le notaba un campo borroso alrededor del cuerpo y se sentía a la muerte preparada para tomar control. Esperando su hora, siguió su rutina sin siquiera notar la contaminación de su aura.
Inspeccionó el mapa buscando la ruta óptima para su puntualidad siempre calculada y puso en marcha la máquina mortal que lo dejaría a mitad de camino. Como si la energía del motor ampliara su campo magnético, el auto se enredó en el espesor de su esencia, hasta que la liberó por completo destruyéndose instantáneamente contra la carrocería que le pertenecía a quien caminaba alejándose ileso del lugar, como si su espectro negro lo protegiera. De la muerte, y de las preguntas de los transeúntes curiosos que se acercaban a los hierros retorcidos que rodeaban el cuerpo sin vida.


Monday, September 19, 2005

Verdades

Confesaron sus ojos, cristales plateados, que exhibían por completo su vulnerabilidad, a pesar de intentar explicar racionalmente su mirada. Ella no pudo tolerar una sola de sus verdades, él no pudo decir una sola mentira. Con la exactitud de un producto matemático comprobó el impacto de sus dichos, ella lloró, aunque no por los hechos, sino por los deshechos que las verdades arañaban en sus brazos.
Ella esperaba que le pinten un cuadro y vivir en el. Él necesitaba mostrarle el mundo tangible a sus pies y le contaba la ácida verdad que no aparecía en los cuentos de hadas. Mientras ella desgastaba sus dientes brillantes, haciéndole entender que tanta sinceridad terminaba por destruir su cielo perfectamente celeste, a pesar de que él intentara indefinidamente, hacerle ver las nubes.


Sunday, September 11, 2005

Cambio de vida

Se deshizo de los últimos bosquejos de su ya abandonada identidad. Incineró su antiguo documento, quemó las fotos de su infancia y las de su juventud. Desistió, por seguridad, de conservar aquel retrato idolatrado de sus padres y del cuadro fascinante y colorido que había comprado en una subasta, durante los años ochenta.
Limpió el departamento exhaustivamente y salió trabando la puerta. Lustró los herrajes y las llaves, y se fue aparentando distracción, dejando el llavero sobre la alfombra que invitaba a la entrada, y esperando inconcientemente, que la dueña de la pensión las encontrara antes que otro.
Saludó a la encargada con excesivo recaudo de no llamar su atención, pero como podría no hacerlo saliendo trajeado y peinado a gomina, de una pensión mugrosa y destartalada. Atravesó la puerta de hierro con el lienzo bajo el brazo, aparentando llevar algún tipo de planos ilegibles, y el maletín negro en la mano, acariciando suavemente su cara afeitada por primera vez, y sonriendo de lado.
Nunca nadie volvió a ver a ese hippie desprolijo, que robó descaradamente a “la mona liza” del museo del Louvre.


Friday, September 02, 2005

Jaque

Sostenía firme el boleto en una mano, intentando comprender al destino. Se aflojaba la corbata sintiendo al mismo pase cortarle la respiración. Casi jugando un partido de ajedrez, planeaba su estrategia. Quizás para asumir su partida como un hecho y decidir si se iba de, o corría hacia. Si abordar el tren que lo llevaría lejos podría salvarlo de si mismo o entregarse a una dama bien ubicada que pueda cantar ‘jaque mate’. Se paró frente al vagón que indicaba su ticket y comenzó a buscar en él, alguna fórmula mágica para hacer de la defensa un ataque y de la huida un hecho simple. Se acercó a los escalones y puso un pié en el transporte que se lo iba a llevar.
Pero no subió. Escapó a su destino corrupto por las letras de su testamento. Se arrepintió junto al andén por nada fundamental. Tal vez por el ataque feroz de un pánico escénico, que fuera de escena lo hizo desistir de su escape inminente.
Como causa de su consecuencia, se le escabulló a la muerte pasando bajo su nariz y caminó tranquilo, jugando a la rayuela con las baldosas de la estación.