The hidden little Lady

Wednesday, October 24, 2007

Tendrías que haberla visto reír, con los ojos encerrados en triste terror, la mirada escueta y perdida en el pasado feliz que emanaba presente hasta que se suspendió en la absurda y efímera realidad. Tendrías que haberla visto, para creerlo, con tus propios ojos pues los de ella ya no reflejaban la luz de lo concreto ni la paz de una vida hecha.

No se si hubieses soportado verla así, opaca al reír, perdida al hablar y lejos, mas lejos que nunca. Despegada de este mundo insufrible que la aloja dejándose hundir en el cuero del sillón mientras él habla como si ella escuchara. Agujereada de lado a lado, incompleta por donde la mires, intentando respirar a pesar del esfuerzo inerte que le implica. Mirándote a través del tiempo como si pudiera verte sonreír. Queriendo abrazarte aunque solo fuera una vez más. O dos. O más.

Tendrías que haberlo escuchado hablar. Diciendo lo que no quedó por decir. Escupiendo palabras que no aliviaron ni siquiera su propio sueño. Auto convencido de que su pérdida no es más que una consecuencia inevitable de los designios de D-s o el resultado de la conducta incompetente de nuestra generación, y tal vez algunas anteriores.

¡Ay! Si lo escucharas. Te partiría el corazón saberlo inútil frente al ángel de su propia desdicha. Esquivando el cuestionamiento que lo lleve a las preguntas sin respuestas, a los anhelos de la ira, al distante mundo hereje donde se permite no entender voluntades absolutas. Disipando dudas gastadas de acertijos inocuos pero malditos sobre responsabilidades, autoridades y adolescentes adultos. Dejándose llevar por lo escrito hasta donde el dolor no duele, o por lo menos no se nota.

Yo recuerdo esas almas diez años atrás, llenándose de proyectos y brillando en la inercia de un presente distinto. Cercanas, gemelas y pares a la mía, las trae mi memoria. Húmedas y suspendidas en el tiempo las veo a través de la realidad actual, disfrazadas de anecdóticas historias que relucen como bronce recién lustrado la felicidad sobre protectora de un pasado impasible.

Una década después, casi exactamente, lo inalterable se vence a la química del tiempo. Su risa ya no ríe libre, sino distante y chamuscada. Su boca ya no brilla en palabras alegres, sino que se hunde en las palabras corroídas. Y yo… yo vuelvo a estar sin dormir escribiendo las palabras que nunca quisiera haber siquiera imaginado. Yo vuelvo sobre encuentros que no van a repetirse, bebiendo con la mirada la botella que no puedo siquiera sacar de su caja. Haciendo honor a lo inconcluso, a lo increíble y a lo insoportable. Celebrando el recuerdo de tu risa y la mía. Insomne, inconclusa, fragmentada e incompleta, viéndole la risa y escuchándole las palabras. Pidiendo que no tengas que verla así, ni escucharlo así.