The hidden little Lady

Wednesday, January 05, 2005

Esta mañana

Si el tiempo fuera tiempo y nada mas que tiempo, salir no hubiese sido tan difícil. Levantarme de tu cama hoy e irme sin saber cuando regresar fue como una cuchilla en las vísceras. Pues volver a dormirme escuchando tu respiración revocó todo resquicio de dudas. Cuando cada beso se transforma en una situación en si misma, la mezcla de patrañas que la cabeza genera es completamente opacada por la certeza de una corazonada impulsiva. Entonces acostarme en tu lecho no significa nada literalmente, sino simplemente un rejunte de miedos concurrentes que acechan hasta al más valiente de los hombres.
La historia ya no tiene prólogos ni preludios, se vuelve efímera, una suma de caracteres escritos en las páginas en blanco. No hay autor que reproduzca exactamente a los personajes como son y como sienten, ni siquiera yo misma.
Me desperté y volví a verte profundamente inmerso en tus sueños. Divagué quizás, sobre lo que entretenía tu inconsciente, y sin llegar a ninguna conclusión, me senté en la cama. No pude mas que sentarme por varios minutos a observarte dormir, angelicalmente, como si las verdades del mundo no te afectaran por algunos minutos.
Mas el tiempo no es solo tiempo y tuve que partir. Besé suavemente tu frente y – porqué no confesar – también tus labios. Tomé mis cosas, un vaso de jugo y abrí la puerta. Volviendo sobre mis pasos agarré un papel de tu escritorio y busqué en mi cartera una birome. No escribí nada. Quería dejarte un “Te Amo” o tan solo un “Te quiero”. Quizás solo un “Llamame”. No me animé supongo, a creer que no confundía las cosas.