Fobia Telefónica
Se sentó temblando en el rincón más oculto y oscuro del apartamento. Las manos empapadas e incontrolables anudadas sobre las piernas flexionadas, casi en posición fetal. El silencio no alcanzaba para brindar tranquilidad al ambiente tenso y atemorizante que se había generado. Estaba solo, no podía tolerar compañía alguna, pero le desesperaba la soledad agobiante cuando le acechaba el pánico. La respiración terriblemente agitada, le provocaba un sofocamiento constante. El frío se apoderaba de su cuerpo obligándolo a insertarse más aún en el minúsculo espacio que ocupaba su cuerpo sudoroso.
Desequilibrado, intento calmarse y se levanto lentamente. Aun jadeando, caminó hacia el teléfono que aún repicaba. El sonido se volvía ensordecedor a medida que acortaba la distancia al aparato. Apenas podía mantenerse en pie mientras se movía por el departamento que habitaba hacía ya años, y aún no había podido asimilar. El repique continuaba y no podía encontrar el teléfono. Revolvió apurado las sabanas y levantó los almohadones del sillón negro que monopolizaba el monoambiente en el que vivía.
El sonido se esfumó tan de golpe como había comenzado y el contestador automático hizo su parte. Oyó su voz durante algunos segundos y se sobresaltó al sonar el pitido que emitía el aparato. Escuchó agitado las palabras que exigían una comunicación inmediata con el individuo en cuestión, un golpe en seco y el intermitente tono telefónico.
Volvió a sentarse en el rincón, aún temblando y sudando frío. Totalmente desconcertado, se arrastró hasta la ficha desde donde comenzaba el endemoniado cable del aparato y tiró hasta desconectarla. Respiró profundo y se sentó en el sillón cama, con la mirada vacía y las piernas cruzadas.