Escribiendo
Ubico estratégicamente los dedos hasta sentir las protuberancias en la F y la J. Comienzo a mover los dedos rápidamente, deslizándolos suavemente, intentando no incurrir en faltas ortográficas y menos gramaticales, solo para lograr oraciones inteligibles. Me mantengo atenta a los sonidos de mí alrededor, simplemente para no perder la noción del incalculable tiempo. Todavía tengo un par de horas eternas hasta el almuerzo y tiempo más que considerable hasta llegar a casa. Desafío los blanquísimos píxeles de mi monitor, intentando volverlo una gran mancha interesante de la mezcla negra y leche que forman las palabras sobre el editor de texto. Joaquín invade el sentido del oído y el olfato es acaparado completamente por el batido de café que alguien hace en la cocina. Concentro toda mi visión en la pantalla frente a mí.
Hasta que la mezcla de sensaciones de los últimos días invade mis pensamientos. No puedo siquiera pensar en la historia de John Le Carré que estoy leyendo. Necesito vacaciones. Desvío mis pensamientos en el viaje a Rosario que planeo con mi amiga. Necesito descansar de la incalculable rutina diaria. No estoy cansada. Estoy aburrida. De hacer mucho un día y nada otro. De no tener tiempo y de que inoportunamente me sobre.
Vuelvo a colgar mi mente en los episodios sucedidos y esbozo una sonrisa, sorprendida de cuan incongruente puedo ser con mis sentimientos. Todavía sigo divagando en la posibilidad de no haber tomado la decisión correcta, a pesar de la cantidad de veces que me dije y me desdije, no llego a acordar conmigo misma.
De pronto me doy cuenta que es mucho mas interesante hablar de lo que siento cuando pongo las manos en el teclado y escribo, que de la sopa de pensamientos que tengo en la cabeza. Simplemente escribo. Coherente e incoherentemente, plasmo palabras sobre el editor, copio y posteo.