The hidden little Lady

Monday, March 14, 2005

Cuatro lugares en el mundo

Ya llevé mi alma hasta él hace unos días, habiendo leído preocupación, cansancio en su voz y duda en sus palabras. Quise mostrarle el cielo estrellado, donde también su brillo ilumina. Me senté a su lado, tratando de que no se sienta tan solo, aunque sea imaginando al leerme que estoy ahí, tomando un café negro y sin azúcar, solo para hablarle de historias sin sentido. Quería que entienda que espero un avión que llega trayéndolo de vuelta.

Ahora vuelo a visitarla, no literalmente – aunque eso quisiera – con el sol del mediodía, dejándome ser con su brillo que también es el de ella. Entonces, cuando la libélula extiende sus alas, yo me subo, la busco y la encuentro. Vuelo con ella un rato y me lleva en su pasión alada, en sus palabras rociadas de polvo de estrellas. Me quedo con ella un rato, el que puedo, por lo menos para ponernos un poco al tanto, para charlar y no sentirla tan lejos. Su brillo es imponente, deja una veta plateada en el aire, admirable libertad, paciente mujer de intensos sentimientos.

Él espera que un avión me lleve. Recobrando temporadas antiguas en el presente fatídico, recuerda historias de tiempos felices, de inacabables compañías y de sueños extremos de practicidad en encuentros. Ahora la distancia física sobrepone a la psíquica y leer su mente cuesta mucho más, aunque con el aeróbico ejercicio de mis dedos logre alcanzarlo con un ‘ring’ bastante económico. Su ausencia es tan imperfecta y tan personal que su voz lo trae junto a mi cada vez que lo necesito.

Pero dos semanas es mucho tiempo. Además se que es mentira, que su mente viajera no lo va a dejar volver tan rápido como dijo. Le dejé algo mío material. Cubrirle los ojos del sol que brilla intenso tan lejos de Buenos Aires, es solo algo figurativo para su memoria que no es frágil y ya lo hizo volver una vez. Pero ante lo inevitable del camino que ha de ser recorrido para abrazarlo, no puedo inventar ni encontrar palabras escritas que lo alcancen y me asusto de no poder escribirle.