Caminante no hay camino...
Con el ardor que dejan los sueños de felicidad, mirando hacia el cielo, ella camina. Arrastra una veta dorada, de estrellas marchitas que bañan las calles cargadas de smog veraniego. Sonríe a la vida con un dejo de tristeza melancólica que se escabulle en la comisura de sus labios y define su marcha el camino que el sol inunda con su brillo, atrayendo miradas rimbombantes de individuos curiosos que aminoran su marcha al observar el ir y venir de sus perfectas caderas al ritmo sigiloso de músicas inexistentes.
Plagada de emociones discontinuadas, acomoda su cabello al viento que la arrastra lentamente hacia el vuelo de sus pasos. Con la mirada distraída, revela en su andar la alegría invisible de un logro inminente, expresa brillos latentes escondidos en su alma provista de sueños alcanzables con solo unos pasos. Transmite seguridad con cada pisada inequívoca sobre el asfalto, aunque no esconde pisadas en falso que le enseñan a mirar el letargo inexplicable de la experiencia.
No habla pero dice, aunque solo escucha quien se atreve a poner atención a la mueca que a veces es sonrisa y escapa de su boca.
Plagada de emociones discontinuadas, acomoda su cabello al viento que la arrastra lentamente hacia el vuelo de sus pasos. Con la mirada distraída, revela en su andar la alegría invisible de un logro inminente, expresa brillos latentes escondidos en su alma provista de sueños alcanzables con solo unos pasos. Transmite seguridad con cada pisada inequívoca sobre el asfalto, aunque no esconde pisadas en falso que le enseñan a mirar el letargo inexplicable de la experiencia.
No habla pero dice, aunque solo escucha quien se atreve a poner atención a la mueca que a veces es sonrisa y escapa de su boca.